domingo, 20 de enero de 2013

La gran familia de las compuestas (I)

Detalle del capítulo de  un girasol
Las compuestas, Asteraceae, conforman la mayor familia de plantas del planeta, con más de 23.000 especies conocidas. Todas se caracterizan por tener las flores agrupadas en capítulos, estructuras que agrupan multitud de pequeñas flores tubulares y que muchas veces se presentan simulando ser una flor única, con su corola de pétalos. Todos conocemos varias especies de compuestas; es más, todos nos habremos alimentado de ellas al menos alguna vez. Lechugas, endibias, girasoles, manzanillas, alcachofas... aparte de multitud de especies ornamentales como las margaritas, crisantemos o gerberas son una pequeña muestra de la enorme variedad que posee esta gran familia.

En mi blog dedicado a la flora silvestre de Cullera aparecen actualmente 55 especies de compuestas, aunque he detectado al menos un total de 70 o más que tengo pendientes fotografiar y publicar (o sólo publicar). Obviamente, se incluyen muchas que son invasoras o que viven en un estado de asilvestramiento extendiéndose desde zonas habitadas. Con ello, aquí en Cullera también se ganan el título de familia con más miembros de todo el territorio, seguidas muy de cerca por las leguminosas y gramíneas. Resulta emocionante llegar a un rincón que he explorado poco o nada y encontrar una especie nueva de asterácea.

No resulta raro tampoco pensar que esta familia tiene un gran número de representantes entre mis ejemplares cultivados. Durante 2012 llegaron a ser 17 las especies de compuestas que llegaron a o germinaron en la terraza, la mayoría de ellas llegando a dar flores. Algunas todavía están en una "fase de observación", pues se encuentran o bien creciendo o bien adaptándose. Citaré cuatro de ellas, empezando por la cineraria marítima (Jacobaea maritima), especie mediterránea alóctona aunque naturalizada, de la que obtuve un esqueje en marzo que desde entonces ha crecido de manera más que correcta, aunque todavía está lejos de la talla que tienen sus parientes silvestres.

Agerato en julio
La segunda, un salsifí (Tragopogon dubius) que obtuve de la única semilla que se me ocurrió llevarme a casa tras una pequeña decepción con la especie, que descubrí demasiado tarde y no conseguí fotografiar de manera adecuada para 'Flora de Cullera'; a lo visto es bienal, pero mi planta, que ya ha sobrepasado el año de edad, sigue siendo aparentemente muy pequeña. En 2012 volví a las zonas donde la vi crecer y no encontré ni una, uno de los casos más extraños acaecidos en estas aventuras en busca de plantas: sólo se me ocurre que hubieran llegado hace poco y no hubiera ninguna planta en edad de florecer, pero que en 2013 quizá alguna lo haga, habiendo pasado desapercibidas para mí sus hojas el año pasado.

En la misma situación que la anterior, tengo dos pequeñas plantas de cártamo (Carthamus tinctorius) obtenidas de una bolsa del alimento para loros que doy de comer a mis ardillas. Parecen pequeñas pipas de girasol de color blanco y germinan con facilidad. La he plantado varias veces, pero o bien acababa con ellas el calor (era verano) o bien eran los gorriones quienes las picoteaban. Las plantas actuales están aparentemente bien asentadas y espero que en primavera cojan ritmo, a ser posible con floración incluida.

Cosmos en octubre
Por último, tengo dos plantas de edelweiss (Leontopodium alpinum) que compré de una oferta de ALDI en septiembre, a sólo 0,99€. Tengo dos no porque sí, sino porque creía haber perdido a la primera debido a que se secó por un despiste, rebrotando gracias al agua aportada por las lluvias otoñales. Actualmente tienen un aspecto muy feo, que espero que mejore en primavera, aunque no sé si a una planta alpina le sentará bien nuestro verano.

De las especies numeradas, florecieron trece. Algunas de ellas eran anuales, por tanto no queda de ellas nada más que semillas para hacer crecer de nuevo esta temporada. No obstante, también tuve bajas entre las perennes y quizá el caso mas triste fue el de la Echinacea purpurea, que planté de esqueje de raíz y no conseguí ni ver sus hojas. Una pena, pues es una especie que me parece muy bonita y de las que más ilusión me hacía ver. Al parecer subestimé el calor de la época en que fue plantada (marzo) y seguramente las plantas murieron por una acusada falta de humedad que hubiera sido necesaria para despegar. Este año quiero volverlo a intentar prestándoles mayores atenciones para evitar sorpresas desagradables.

Ya habéis conocido a cuatro de estas especies a las que he dedicado sendas entradas individuales: el áster de Nueva York (Symphyotrichum novi-belgii), la perpetua (Xerochrysum bracteatum), el aciano (Centaurea cyanus) y la zinnia (Zinnia elegans). A lo largo de unas cuantas entradas hablaré del resto de especies de manera algo más condensada, explicando sus más y sus menos en el cultivo y cómo progresaron en la terraza. Para este 2013 tengo pensado introducir algunas especies extra, que quizá alarguen el número de miembros de la familia en un 50% o más. Mientras tanto, iremos abriendo boca con un resumen de la temporada anterior.

Haré una mención especial a una compuesta que llegó de manera involuntaria a la terraza, pero que nunca falla a su cita anual. Se trata de la hierba cana (Senecio vulgaris), que crece todos los años en otoño en unas pequeñas macetas que han estado abandonadas en la terraza, y que poco a poco voy retirando hasta que no quede ninguna, cosa que espero tener lista dentro de pocas semanas. No obstante, y con la facilidad que tienen para esparcir sus semillas con ayuda del viento, seguro que al año que viene vuelve a aparecer en alguna maceta con descanso invernal e incluso en las grietas del suelo, como hacen ahora.

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